Comienzos de análisis
5 y 6 de marzo del 2022
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Con la participación de
Jacques-Alain Miller
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Desde los inicios de la práctica psicoanalítica, los analistas han coincidido en que la experiencia de un análisis no necesariamente comienza con la primera entrevista. Puede empezar incluso antes, en el primer contacto telefónico o mediante los nuevos sistemas de comunicación. Por el contrario, también es posible que se produzca al cabo de cierto tiempo tras una primera tentativa fallida. La vía por la que un sujeto llega a la consulta de un analista no es indiferente y en mayor o menor medida dará el tono con el cual la transferencia habrá de establecerse y en ciertos casos verificarse, puesto que algunas demandas vienen auspiciadas por una suposición de saber previa, ya sea con el psicoanálisis como praxis o con un analista en particular.
Algunos análisis se inician por primera vez, mientras que otros tienen antecedentes de experiencias previas. Cuando esta última circunstancia se presenta, es esencial indagar en las coordenadas que han determinado la demanda de análisis o psicoterapias anteriores, así como las conclusiones que el sujeto ha extraído de ellas.
Los comienzos son tan variados como las demandas mismas, aunque poseen un fundamento común que es condición necesaria: la existencia de un síntoma en su sentido más general, aquello que no marcha en la vida de un sujeto. La demanda de análisis que se argumenta en los motivos de formación no está exenta de esta misma base indispensable. El síntoma es el motor del análisis, y sin él no habrá forma en que la experiencia se ponga en movimiento. Claro está que ese síntoma no siempre se muestra desde el primer día y si lo hace probablemente se irá desplazando. Las entrevistas preliminares tienen, entre otras funciones, la de permitir que el malestar se confiese, se deslice y se decline de tal manera que puedan emerger los primeros significantes, aquellos que van a marcar la etapa preliminar de un análisis y que eventualmente retornarán hacia el final.
La localización del síntoma en los comienzos de la cura es absolutamente decisiva, puesto que le da una orientación real. Si eso no se establece con un mínimo de rigor, el sujeto puede acudir puntualmente a sus citas, establecer una transferencia imaginaria muy consistente con su analista, pero al mismo tiempo mantener su discurso en una metonimia gozosa que gire sobre sí mismo sin alcanzar un efecto de verdad.
Los comienzos de análisis tienen distintas presentaciones fenomenológicas. Todas ellas, desde las que nos dan el signo de una transferencia positiva como el contrario, son enormemente reveladoras del curso que presumiblemente habrá de seguir la cura. Claro está que tanto el idilio amoroso como la desconfianza de los inicios puede darse la vuelta de forma sorpresiva. Freud lo advirtió muy tempranamente y aconsejó estar particularmente atento a los cambios de rumbo inesperados. En efecto, es conocido que Freud utilizaba la metáfora del ajedrez y aseveraba que sólo se podía aprender en los libros las aperturas y los finales, puesto que las variantes que se abren a partir de las primeras son casi infinitas. En el mismo sentido, Lacan se adelantó a su época inventando un algoritmo para la transferencia. Y podemos observar que la precisión atañe igualmente al inicio y la conclusión de su funcionamiento.
Pero Lacan también se refirió al ajedrez y viene aquí a cuento señalarlo, porque se trata de una observación clínica. En su Seminario, en los meses de enero y febrero de 1959, dedica sus lecciones a comentar el análisis que Ella Sharpe realiza de un sueño de un paciente. Para lo que ahora nos interesa, señalaremos una comparación muy aguda. Dice Lacan que ese paciente – Mr. Robert se llama- es como los malos jugadores de ajedrez, que imaginan que perder su dama es perder la partida cuando, por el contrario, en ciertos finales sacrificarla puede procurar una ventaja decisiva.
Preservar a la dama se juega en el fantasma de ese sueño, una mujer y el falo escamoteado. Si el paciente en la ocasión comprueba la compulsión de anunciarse con una tocesita antes de cruzar el umbral de la consulta, es precisamente para precaverse de lo que podría encontrar. Las asociaciones conducen a una bolsa o capucha, y por más dedo que ésta aprisione en la imagen prevalente del sueño, Lacan pregunta más de una vez, ¿el falo dónde está? También el sueño muestra una topología que no es ajena al cuerpo y que reconocemos ya en sus primeras experiencias infantiles.
Pero vayamos ahora a algo que nos interesa, un síntoma que podemos situar desde el comienzo del análisis. Mr. Robert, abogado de profesión, no puede litigar. No porque tema al fracaso, sino todo lo contrario, él se detiene ante la posibilidad de ser demasiado exitoso. Eso ya muestra que el falo no se pone en juego, que el riesgo es que el Otro sea castrado. Es lo que hay que preservar. Es entonces que retroactivamente comprobamos que desde el comienzo el síntoma se anuda a la transferencia, que en este caso propone al analista jugar determinado papel en la comedia del falo. Que ella sea una mujer, no es algo banal. Y hasta nueva orden, el sexo de aquel o aquella a quien se hace la demanda de un análisis no es algo que resulte indiferente.
Gustavo Dessal y Estela Paskvan
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Comisión de Organización:
Miquel Bassols, Xavier Esqué, Mercedes de Francisco, Mónica Marín, Rosalba Zaidel
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