Pablo Cardona*
Lección del 9 de mayo de 2007 que forma parte de este curso consagrado, como su titulo indica a la llamada ultimísima enseñanza de Lacan (TDE, en el esquema, de “tout dernier enseinement”). Resumo la clase siguiendo el esquema propuesto en la p. 212.
En esta sesión, JAM toma una frase de un poema en prosa de García Lorca que una de sus oyentes le ha remitido a partir de su lección anterior: “Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor”. (Apuntar que no traduce este “nuevo temblor” por encontrarlo más rico en castellano que en francés, ya que evoca tanto el temblor de tierra, el terremoto, como el temblor del cuerpo, el estremecimiento). Tomando este “nuevo temblor” y desde la perspectiva de la ultimísima enseñanza que viene estableciendo en las lecciones precedentes, plantea cómo hizo Lacan para estremecer al psicoanálisis, para hacerlo temblar, ya que si bien esto es patente en lo ultimísimo, desde esta perspectiva puede decir que éste fue siempre su modo de operar, que siempre opero de este modo desde el momento de la distinción entre simbólico, imaginario y real.
El primer instrumento que empleó para este fin fue el “estadio del espejo” (primer periodo). Antes de esto, ya había empezado a organizar el psicoanálisis a partir de lo imaginario. Luego, el gran periodo organizado a partir de lo simbólico, que comienza con el “discurso de Roma”. Por último, lo real, particularmente en la ultimísima enseñanza.
Miller refiere que el segundo periodo de Lacan, el aquí llamado simbólico, es el más conocido y practicado: En sus seis primeros seminarios, Lacan confronta S e i, dejando de lado lo real. Esta confrontación consiste en distinguir entre el contenido en imágenes y lo simbólico, resorte de la experiencia analítica. Se enumeran las grandes categorías del psicoanálisis, se las expone en el nivel imaginario, para luego constatar el defecto de causalidad que contienen y reformular las categorías en términos simbólicos. Lo imaginario se sitúa como una vía de conducción, caracterizado por su inercia y su naturaleza de “sombras y reflejos”, mientras que la captura, el domino de los efectos determinantes para el sujeto, la causalidad, la determinación… están del lado de lo simbólico.
Distingue varias fases en el interior de este periodo:
– Primera fase: del símbolo al significante. Del símbolo puesto en función como elemento trascendente, no carente de ecos religiosos, Lacan da paso al significante en tanto que articulado, que llega primero bajo la forma de la estructura matemática. Ahí está el corte. Ya que, si bien encontrábamos lo simbólico en la I mayúscula del Ideal de Yo en el esquema óptico, este símbolo está solo en este esquema. El corte se da con la construcción de la estructura matemática del significante. A partir de una serie de azares (la moneda lanzada al aire y que cae de forma aleatoria de uno u otro lado), juntando elementos (llamando alfa, beta etc. a una combinación de caras y/o cruces), construye una sintaxis, aparece una determinación, que es lo que quiere mostrar respecto al inconsciente, que responde a una ley. Es la fase del inconsciente determinista, el inconsciente que obedece una ley o es la ley misma.
– Segunda fase: Estructura lingüística, de la que JAM destaca su utilidad en la práctica del análisis. Esta incluye: Lo simbólico organizado a partir de la metáfora y la metonimia (mediante las que muestra la determinación del efecto de sentido a partir de la sustitución y la conexión significantes). El grafo, que “ubica en su escalonamiento la estructura más ampliamente práctica de los datos de nuestra experiencia”. E Incluye por último la estructura significante, que responde a la fórmula “el significante es lo que representa a un objeto para otro significante”.
– Tercera fase: (S. 14 al 20) estructura lógica. Lacan ubica la estructura de la experiencia analítica de forma no escalonada, plantea el psicoanálisis en términos lógicos, hasta afirmar que la lógica sería la ciencia de lo real (se vislumbra ya la interrogación por lo real). Sitúa aquí la construcción de los cuatro discursos, con sus lugares y permutaciones. También utiliza la lógica cuantificada para dar cuenta de la diferencia de los sexos en su relación con el goce, con las formulas de la sexuación (s 18- 20). JAM considera ésta la cúspide del periodo simbólico.
Le sigue el Tercer periodo, el de la estructura topológica, (s. RSI y El sinthome, principalmente) en el que lo real pasa poco a poco a primer plano.
Finalmente, Cuarto periodo, donde lo real resulta ser un “nuevo temblor”. En esta ultimísima enseñanza, pone en cuestión el sujeto, el inconsciente y el psicoanálisis mismo. Esta última fase no está compuesta de tesis, sino de vistazos sobre fases que giran; no la podemos usar con la seguridad que podíamos creer tener en otros momentos de su enseñanza.
En este periodo propone una concepción del nudo borromeo no con redondeles de cuerda, sino con toros, conductos que encierran un agujero, un vacío. Demuestra, con el manejo de este nudo, que existe el riesgo de “provocar, al final del análisis, una preferencia absoluta por el inconsciente”, por lo simbólico, proponiendo la necesidad de un contra-psicoanálisis destinado a quitarle su privilegio indebido a lo simbólico. Esto supone un nuevo temblor para el pase.
Aborda aquí el sujeto, “lo que llamamos imprudentemente sujeto”, cuestionando el acuerdo o armonía que éste suponía cuando lo planteaba como una variable en función del mecanismo simbólico. Propone ahora que esta tesis desatiende que aquél que habla, el parlêtre, se embrolla con lo simbólico; ésta es la relación fundamental del parlêtre con el lenguaje: Lo que parecía ser el recurso es, en realidad, el mal mismo. Señala Miller que ahí, Lacan, realiza la desestructuración de lo simbólico, metódicamente realizada, eliminado primero la gramática de la estructura del inconsciente. Luego, también la lógica.
Lo que queda es una x, que es la poesía. Una poesía especial que operaría, que sería el medio, de una relación directa del significante con el cuerpo, como Lacan lo propone para la pulsión definida como el eco del decir en el cuerpo.
El efecto natural de lo simbólico sobre el cuerpo es el embrollo, la debilidad, de la que se puede salir a condición de su puesta en forma y, entonces, es el delirio: “entre locura y debilidad mental, lo único que nos queda es elegir”. De ahí la idea de acabar con lo simbólico, de la preferencia por lo real, lo que lleva la enseñanza y la practica hacia el silencio.
* Trabajo presentado en el Seminario de lectura y comentario de textos del 27 de noviembre de 2020 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dictada por Mónica Torres y dedicada a las lecciones 3, 4 y 5 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan