Cosme Sánchez*

 

He tratado de responder al propósito de Lacan al enseñar este cuadro, ¿qué concepto es el relevante para Lacan? Lacan nos dice que este cuadro fue pintado antes de dos acontecimientos: Antes que Descartes inaugurara la función del sujeto y antes del desarrollo de la dimensión óptica que llamaremos geometral. Una pintura previa al sujeto cartesiano y al espacio geometral.

Lacan trata de situar el privilegio de la mirada en la función del deseo y para ello toma como referencia el libro de Baltrusaitis, Anamorfosis. La función de la anamorfosis pasa por obtener una figura ensanchada y deformada a partir de las líneas de la perspectiva. Lo particular es que si se la mira desde un determinado lugar, esa figura deformada podrá ser reconocida. En la anamorfosis hay dos tiempos y un intervalo; un movimiento que va de lo deformado a la forma, y que se puede revertir en función de la posición del sujeto.

Un ejemplo de anamorfosis, es el cuadro Los embajadores de Hans Holbein, pintado en 1533. En él aparece esta figura desconcertante. “El singular objeto que flota en primer plano, está ahí para ser mirado y atrapar así al que mira. El cuadro nos convoca como sujetos y nos representa como atrapados. Porque el secreto de este cuadro que presenta la vanidad de las artes y las ciencias, se revela en el momento en que, alejándonos un poco, volvemos luego la vista y descubrimos lo que significa el objeto mágico que flota. Refleja nuestra propia nada, en la figura de la calavera”.

Por otro lado, el juego delicioso de la deformación produce una fascinación y un júbilo que Lacan subraya como “el complemento de aquello que de la visión pasan por alto las investigaciones geometrales sobre la perspectiva”. El efecto de una erección, el cambio de estado y de forma. Algo simbólico de la función de la falta.

“Holbein hace visible algo que es, sencillamente, el sujeto como anonadado, la encarnación del menos phi de la castración, la cual para nosotros centra toda la organización de los deseos a través del marco de las pulsiones fundamentales. Pero la función de la mirada ha de ser buscada aun más allá, no el símbolo fálico, sino la mirada como tal, en su función pulsatil, esplendente y desplegada, como en este cuadro”. La anamorfosis le servirle a Lacan para hacer avanzar su pensamiento acerca de la mirada, ese objeto frente al cual el sujeto se encuentra suspendido, anonadado, en los límites de la estructura del lenguaje, más allá del símbolo fálico, más allá del espacio geometral, más allá del sujeto cartesiano. Su interés por el campo escópico le sirve para encontrar en la castración la clave de ese dominio particular.

Para finalizar, he encontrado una curiosa referencia del poeta cubano Severo Sarduy en un ensayo que lleva por título La simulación donde compara la anamorfosis del cuadro de Los Embajadores con la práctica del psicoanálisis. La lectura barroca de la anamorfosis se produciría mediante dos movimientos: el primero, una asimilación de lo visto a lo real; y el segundo, un alejamiento y especificación del objeto, que conlleva una crítica de lo figurado y una desasimilación de lo real. La conclusión del autor respecto a Los embajadores es la siguiente: “Ni concha ni cráneo –meditación sin soporte–; sólo cuenta la energía de conversión y la astucia en el desciframiento del reverso –el otro de la representación–; la pulsión del simulacro”.

Me pregunto si estos dos tiempos, en el primero de ellos el sujeto queda capturado, anonadado, y en el segundo se desplaza y ubica el objeto, podrían ser solidarios de la lógica de la Alienación y la Separación.

 


* Referencia de las citas «Haré circular algo anterior en unos cien años a esta época. (…)…volveré a él». (págs. 92-93), y «Entonces, en el cuadro Los Embajadores… (pág. 95)… –una calavera» del Seminario XI, de la clase del 12 de diciembre de 2020 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dedicado al Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan) dictada por Debora Nitzcaner y dedicada a las lecciones 6 y 7 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan