Mikel Arranz*
Es en el curso del 1955-56 cuando Lacan pronunciará en St. Anne éste seminario. Durante ese periodo escribe por otro lado El seminario sobre la carta robada y De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Le precede Función y campo de la palabra, Comentario a Jean Hyppolite y el Esquema óptico, además de su tesis y los anteriores seminarios.
Considero que hemos podido leer un Lacan que sigue explorando el campo de acción posible del psicoanálisis, esta vez, cuestionando la psicosis, de entrada, antes del tratamiento.
Intentaré señalar ahora los puntos de los 9 primeros capítulos de éste seminario en que, en su tiempo, Lacan introduce novedades para el abordaje clínico de la psicosis y en general para el psicoanálisis.
Comienza encaminándose por fuera de la psiquiatría orientada por las relaciones de comprensión y del psicoanálisis existencialista, para preguntarse por el material del discurso psicótico. Usando su concepción sobre los registros del aparato psíquico (simbólico, imaginario y real) descubrirá, yendo un paso más allá del análisis freudiano del simbolismo del caso Schreber, al propio cuerpo, lo imaginario, como lo que se encontraría dando material en última instancia a ese discurso. Autentificar ese lado imaginario podría desencadenar la psicosis. Más allá de la descripción fenoménica estructuralista de la alucinación como retorno de lo simbólico en lo real, haciendo uso del esquema L, situará al psicótico como sujeto identificado totalmente al yo; quedando el otro en el lugar del doble que lo comenta. Que el sujeto dialoga con el yo es para Lacan el fenómeno observado por Seglás en la alucinación motriz verbal.
De forma análoga a la semejanza que Freud encuentra entre el delirio de Schreber y su teoría de la libido, Lacán buscará en el delirio de Schreber la estructura del inconsciente.
Del delirio extrae a nivel del significante el neologismo, cuya significación, a diferencia del discurso común, no se agota al remitir a otra significación, sino que, bien sea mediante el fenómeno pleno de la intuición delirante o por el fenómeno vacío de la fórmula (estribillo), remite a la significación en cuanto tal.
Lejos de suponer a priori un sujeto en relación con sus fenómenos, invadido o esclavo de ellos, Lacan continúa analizando el fenómeno de la psicosis como fenómeno de palabra. El psicótico por medio de su delirio no comunica, sino que testimonia de lo dicho por el Otro, hablando del otro que puede ser el mismo o su semejante. Así el Otro en su carácter de absoluto solo puede ser testimoniado en la psicosis con esa pesadez en las palabras que no remiten a otra significación.
Gracias a la paranoica del “vengo del fiambrero” se explica como en la psicosis el Sujeto no se dirige al Otro recibiendo de éste su mensaje en forma invertida, sino que, excluido el Otro, su propia palabra está en el otro. Es entonces por medio del fenómeno de alusión que retornará esa existencia rechazada del Otro.
A partir del capítulo 5, el analista centrará el seminario en el estudio del caso Schreber, para situar estructuralmente el discurso de aquel; discurso desestructurado para la lengua común, reestructurado por el juez en su lengua fundamental para dar fe de sus relaciones eróticas con Dios. El fenómeno psicótico se distinguirá no por su grado de irrealidad, que es captado por el propio loco, sino por el de la certeza: eso me concierne. Esto es algo que se puede leer en “el asesinato del alma” de las memorias de Schreber, como fenómeno central, iniciático del delirio, así como en el resto de fenómenos elementales. Dichos fenómenos, paradojalmente, pese a ser aparentemente auto-comprensibles por el loco, son dirigidos a otro para que los reconozca mediante la escritura de las memorias.
Por otro lado, Lacan se aparta de la tendencia a considerar la clínica psicótica como defensa simbólica interpretable, poniendo de ejemplo el caso de los sesos frescos de Kris. Toma la guía en cambio desde una tesis sobre la psicosis esencial en Freud: Algo que fue rechazado del interior reaparece en el exterior. En la psicosis no operan lo reprimido y su retorno sino que estructuralmente es esa Verwerfung (rechazo) y no la Bejahung (aceptación) lo que la caracteriza. Es a partir de dicho rechazo significante como se pueden explicar entonces los fenómenos de significación y el desencadenamiento imaginario. La “lengua fundamental” de Schreber sería el signo de la exigencia de un significante. Schreber, como producto de dicho rechazo, queda en espejo con los seres imaginarios a componer y con Dios por la otra parte, desvelando así la dialéctica de su cuerpo fragmentado. No es el mensaje del otro el que viene en forma invertida, sino su imagen. Todo esto como respuesta para integrar lo que surgió en lo real.
Lacan rescatará de Freud el concepto de Complejo de Edipo como ley, cadena, orden simbólico; aquello que mantiene la relación, función y distancia de lo imaginario. A esto lo llamará Nombre del Padre. Esto es lo que falta en la psicosis y lleva a la aparición de lo que en el caso podremos leer como fenómenos de disolución imaginaria tanto de la propia identidad (“carroña”), como de los hombrecillos de su mundo, que a veces se fragmentan, otras se entremezclan de forma caleidoscópica. Es por eso que el juez recurre en cierto momento a la astrología para explicar con su lengua fundamental el “apego a las tierras” que podría sostener dichas imágenes.
En un momento del seminario, Lacan planteará esenciales los trastornos del lenguaje para hablar del diagnóstico de psicosis; no explica más sobre éste punto aún. Señalará también las diferencias planteadas por Schreber entre el “Echt” (la palabra auténtica) y “las aprendidas de memoria”, distinción que da cuenta de la no articulación simbólico-imaginario. Leeremos por otro lado como en un momento determinado del “crepúsculo del mundo”, ese sufrimiento de no estar más con seres reales; hay en Schreber una trasformación señalada por Lacan. Aparece ahí la intuición metafórica de un más allá constituido por “los reinos divinos posteriores de Ormuz y Arhiman” y surgen los “rayos puros” que a diferencia de los “impuros” hablan. Vemos aquí una evolución en la fenomenología de Schreber, el caso tiene su dinamismo, el loco intenta reorganizar su mundo y eso es observable en la mutación de los fenómenos en el tiempo. Este periodo nombrado en la lengua fundamental como “Grudspache” (penitencia y recompensa) es una muestra de lo que Freud apuntaba sobre el sentido antitético de las palabras primitivas.
La articulación simbólico-imaginaria es lo que permitiría tener un sentimiento de realidad. La vivencia de las cosas en el plano puramente simbólico es lo que se captaría para Lacan en el sentimiento de deja-vú.
Freud define el pensamiento inconsciente diciendo que el pensamiento se articula a lenguaje. El yo se encargaría de silenciar el inconsciente. En el fenómeno del monólogo, se observa como ese discurso otro opera a cielo abierto. Analizar el delirio nos permitirá entender cómo se sitúa el sujeto en relación con el conjunto del orden simbólico, el delirio es un campo de significación que organiza cierto significante. Por eso es una buena indicación dejar que los psicóticos hablen. Podremos distinguir así el paso del fenómeno del discurso sin sentido “Unsin” al fenómeno de evocación de la significación que es la “frase interrumpida”. En todo ésto Schreber localizará su Dios, que no se caracteriza por su providencia sino por su presencia. Es un Dios presente como hablante en esa ausencia. Dios precedido por otros representantes como Fleching o el Sol que ocuparon ese lugar del Otro. Es un Dios que progresivamente va adquiriendo una función en la evolución del caso. De hablar sin parar, sin sentido en un principio pasa a funcionar por medio de la presencia-ausencia. Hasta ahora Schreber estaba habitado por el sinsentido del discurso de Dios. Ahora Dios puede estar o retirarse. Así vemos un progreso en la relación con el Otro delirante al establecerse ésta dualidad. Aparecen fenómenos de relación con Dios, en oposición con aquellos que ocurrirían en su retirada, eso que hay que evitar a toda costa, que implica el “Liegen Lassen”, fenómeno de desgarramiento, sin el Otro, el sufrimiento más temido por Schreber.
A partir de aquí Lacan se adentrará en el estudio en éste seminario de la relación de la fantasmagoría en la psicosis con lo real.
* Texto presentado en el Laboratorio Clínico de la Antena Clínica de Bilbao