Cristina Califano y Beatriz Tomey (viñeta)
Grupo de Investigación: el Padre en la Sociedad Actual (1)*
Indudablemente, uno de los significantes que hemos podido escuchar ya desde el siglo pasado, es precisamente éste, adopción. Justamente, adopción, es el tema que hemos trabajado a lo largo de este curso y que pensamos continuar el curso que viene. El nuevo siglo también nos habla de las nuevas formulaciones familiares, con lo cual ¿qué lugar para el padre en la adopción?
Adopción nacional, adopción internacional. Tal vez se puede situar el inicio del fenómeno de adopción a partir de los años 70 del siglo pasado, con los “boat people”. Hasta ese momento la adopción era una práctica excepcional.
Es a partir de este fenómeno y de la propagación vía periodística de las catástrofes vividas por los niños que hay un deslizamiento hacia lo filantrópico, sabemos bien que tras las catástrofes se dispara el número de pedidos de adopción.
Efectivamente, la adopción se convirtió en un fenómeno. Esto lo podemos leer en la perspectiva de Lacan, “el ascenso al cenit del objeto a”, es decir tomar al niño en la serie de los objetos a tener.
En la sociedad capitalista en la que estamos inmersos nos inunda con el “tengo derecho” a tener todo, incluso un niño si así lo quiero. Ahí están las técnicas de reproducción asistida, la adopción. Podemos inferir que, hasta la adopción puede verse del lado del consumo.
Pero, distanciándonos un poco de esta lectura, sabemos bien que detrás de toda demanda de adopción, hay un deseo, deseo a dilucidar. El caso de los hijos biológicos, tampoco está exento de dilucidar ese deseo.
Si lo tomamos del lado de las parejas, habitualmente, llegan a la adopción tras un largo proceso de tratamientos para paliar la esterilidad primaria o secundaria. Si lo tomamos del lado de las nuevas formulaciones familiares también está el deseo del hijo ya sea en familias monoparentales, homoparentales.
Es decir, que a la luz de la multiplicidad de formulaciones familiares, la adopción es una de las posibilidades de concretar el deseo de un hijo.
Como sabemos, podemos hablar del concepto de familia desde muy distintos ámbitos, por ejemplo para el ámbito jurídico la familia, responde, al grupo formado por la pareja, sus ascendentes y descendientes, así como por otras personas unidas por vínculos de sangre o matrimonio. Es decir el marco jurídico ordena mediante leyes a la familia, incluye también los hijos naturales y adoptivos.
Podemos tomar otra referencia, para Lévi-Strauss, la familia tiene su origen en el matrimonio, está formada por el marido, la mujer, los hijos y los miembros están unidos por lazos legales derechos y prohibiciones sexuales.
Ahora bien, la familia para el psicoanálisis es otra cosa, Lacan ya en el texto Los Complejos familiares que es del año 1938, considera que la familia tal como se entendía hasta entonces está terminada. Lo que se impone y se verifica es la forma de hacer la alianza.
Es decir, le quedó a Lacan deducir al padre, no de la familia ni de la parentela ni de la procreación, sino de los modos de hacer pareja; de cómo una mujer es causa del deseo del hombre y se ocupa de sus pequeños objetos y de cómo para una mujer la maternidad no es el destino: hay un deseo más allá del niño.
Miller, en “Cosas de familia en el inconsciente”, nos dice que la familia es producto del malentendido.
En ese malentendido, nos podemos preguntar ¿Cómo se inscribe la relación entre ese hombre y esa mujer?, y al mismo tiempo ¿qué es un hijo?, teniendo en cuenta que los significantes padre-madre, dejan fuera la pregunta ¿qué es una mujer? Adela Fryd, en el texto “un niño es adoptado”, plantea que todo nacimiento moviliza a la madre como mujer y por el lado del padre ¿qué es ser un padre? Y ¿en qué lugar del deseo éste ubica a la madre como mujer?
La adopción, puede ser un significante que resalte la división entre la sexualidad y la paternidad. Cuando en una pareja aparece la esterilidad, el “ser o no ser madre” o “ser o no ser padre” puede llegar a obturar todo encuentro entre ellos. Y también llega a impedir toda pregunta, dado que la respuesta recorre los vectores antes enunciados sólo madre o sólo padre.
¿Y del lado del niño? Es interesante, del lado del niño no hay la respuesta biológica al nacimiento. Es decir, se trata de encontrar una manera de operar ante él sobre aquello que no tiene respuesta: muerte, sexualidad, paternidad.
No se trata, a nuestro modo de entender, de salir a la búsqueda de los genitores biológicos. Lo que se pondrá en cuestión para el niño es el deseo que lo hizo nacer en sus padres adoptivos, es decir el deseo de esos padres adoptivos que hicieron de él su hijo. Cómo así mismo, la adopción que éste niño haya hecho de ellos como padres.
Es decir, la adopción es doble. Es un consentimiento por parte del niño de ser “hijo de” y de los padres por acogerlo en ellos. Allí se podrá organizar la novela familiar particular que se organiza a partir de este encuentro.
Pero, a lo largo de nuestro recorrido verificamos que el acto de filiación es algo que también se da en los hijos biológicos. Es una decisión a tomar. En ese sentido, todos somos adoptados.
Pensamos, que lo que los padres puedan hacer en relación al significante “adopción” y el uso que a éste puedan darle, dependerá el efecto que tenga en el niño, se constituya o no en una carga para él.
Ese misterio sobre el origen del niño puede constituirse en una caja negra para los padres, que de acuerdo a la propia lectura que desde su fantasma puedan hacer de ello, incidirá en la relación que establezcan con el niño, de allí los fantasmas de robo, compra, etc., y los que deriven, rodean las adopciones y las diferentes posiciones entre la defensa de la adopción nacional y la defensa de la adopción internacional.
No se trata, a nuestro modo de entender que el niño adoptado necesite la verdad toda sobre sus orígenes, ni que tampoco los padres lo sepan, dado que como sabemos, la verdad sólo puede se dicha a medias.
El niño adoptado, como todo niño, deberá construir su novela familiar, su mito individual que indica que no es el coito de sus genitores el que le da el ser de sujeto. Dado que el genitor nunca es padre espontáneamente, hace falta como hemos dicho una atribución simbólica tanto del lado del padre como del lado del hijo para que la función se encarne.
Vamos a ilustrar este texto con una viñeta, del trabajo realizado en el aula de apoyo de una ikastola.
Los antecedentes
J. llega con dos años y cinco meses. Viene de un país del este, ha estado desde su nacimiento en una institución.
Su madre adoptiva, había enviudado poco antes de ir a buscarle. Estando en el país, en el momento de formalizar la adopción, sufre un terrible accidente automovilístico que la inmoviliza por varios meses. Con lo cual según sus propios dichos “los primeros cinco meses tras el accidente no le pude dar un abrazo por los hierros”.
La derivación al aula de apoyo
Es la andereño de J., quien preocupada por el comportamiento conflictivo del niño demanda a los responsables del aula de apoyo que se ocupen de él. En ese momento es diagnosticado: Disarmonía Evolutiva (con alteración mixta de las emociones y la conducta). En ese momento está en primero, tiene seis años.
Lo que cuenta la madre
La madre dice haber perdido la paciencia, el niño la tiene desquiciada. No descansa, J. al llegar se despertaba hasta diez veces por la noche.
El niño a menudo le dice que le cuida mal, que quiere que se muera. La madre verdaderamente se encuentra agobiada.
Lo que cuenta el niño
J. cuenta que vivía en una casa grande, “era una tienda para que compren niños”.
De esa casa recuerda una cuna y un peluche rosa. J. tiene una hipótesis sobre el deseo materno: “quería un niño, igual porque se había muerto aita y no quería estar sola”.
Pregunta constantemente, aún cosas que ya sabe. Al interrogarle el porqué de tantas preguntas, responderá “quiero saber muchas cosas”.
El trabajo realizado
En realidad, parecía que J. y su madre, estaban en simetría, tan intolerable era la madre para el niño como el niño para la madre. Entre ellos no había separación
Se decide entonces, trabajar por un lado los contenidos escolares y por otro, intentar hacer la historia de su llegada.
Por otro lado, la madre acepta las entrevistas que le ofrece el psiquiatra que hace el diagnóstico de J. Es decir, que en ese campo de dos enfrentados, aparece el aula de apoyo y el psiquiatra, primer movimiento de apertura.
Se le pide a J., que traiga una foto de su aita. No sin dificultades, la trae y la enseña orgulloso en clase.
Comienza así, a elaborar la historia de su padre: Tenía dos perros, le gustaban los animales como a mí, dirá. Es decir, que se reconoce en un rasgo de identificación con su padre.
Ubica la familia paterna, tíos, primos. Así como la materna. Establecerá una relación estrecha con un tío de la rama materna. Se incluye en el linaje familiar. Hace de ésto su historia.
A modo de conclusión
Actualmente, está repitiendo segundo. J., dirá que esta andereño le gusta, que enseña muy bien. Su rendimiento escolar ha mejorado, está integrado en clase. Su madre dirá “en casa está mucho mejor, aunque de vez en cuando me la monta”.
Podemos decir, que en relación a operar con lo que no tiene respuesta: muerte, sexualidad, paternidad y en concreto en relación a los sentimientos de pérdida y de abandono J., no lo hace con palabras pero en el aula se han orientado por lo que J. ha dicho con sus iras, tristezas, rabietas. Han estado y están los integrantes del equipo muy atentos a todos estos signos para acompañar a J., en la construcción de su novela familiar.
El ha dado sus pistas: “vivía en una casa grande, una tienda para comprar niños”, “quería un niño porque se murió aita y se quedó sola”. También pregunta porque quiere saber. Con estos datos, J., ha ido armando su propia construcción, y en esto, la inclusión del tío que le ha permitido, en gran medida, descargar el peso de tener que “acompañar a su ama que se quedó sola”.
El ordenamiento de la novela familiar ha permitido, la mejoría de J., en su rendimiento escolar como asimismo el apaciguamiento en la relación con su madre.
Entonces, para respondernos ¿qué lugar para el padre en la adopción?, en el caso de J., la posibilidad de la inclusión del tío que oficia de una cierta separación con la madre.
Se tratará de verificar en el caso por caso qué es lo que oficia de Nombre del Padre para cada niño, quien haga de soporte a esa función es indistinto. Se trata de que por los medios que sea, el niño pueda verificar que hay un más allá de él mismo para la madre.
Lacan, en el Seminario Las formaciones del Inconsciente señala, que aunque faltar la persona del padre no es lo esencial, lo esencial es que el sujeto por “el procedimiento que sea, haya adquirido la dimensión del Nombre del Padre”.
(1) Integrantes: Lurdes Agirregomezkorta, Itziar del Valle, Beatriz Tomey
Responsables: Felicidad Hernández y Cristina Califano
* Trabajo presentado en el VI Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao, celebrado el 16 de Junio de 2010