María Verdejo*

Grupo de Investigación sobre el niño en el discurso analítico. Bilbao

En su texto “Nuevas lecciones, Aclaraciones, aplicaciones y observaciones”, Freud afirma que el psicoanálisis con niños, es tal vez, lo más importante de todo aquello de lo que se ocupa el psicoanálisis.

Cito: Cuando en el tratamiento de un neurótico adulto tratábamos de la determinación de los síntomas nos veíamos siempre en la necesidad de retroceder hasta su temprana infancia. De este modo nos vimos precisados a trabar conocimientos con las particularidades psíquicas de la edad infantil, y averiguamos muchas cosas que sólo el análisis podía revelar, siéndonos así factible rectificar muchas de las opiniones generalmente aceptadas sobre la infancia.

Continúa más adelante: el niño es un objeto favorable para la terapia analítica: los resultados son fundamentales y permanentes (1)

Si bien consideramos que la práctica psicoanalítica con niños no implica una especialidad, no por esto se deben pasar por alto ciertas particularidades que hacen a las condiciones de posibilidad de la misma.

En el texto “Interpretar al niño”, publicado en la revista Carretel, texto que orienta el trabajo de la DHH de la NRC, red a la que pertenecemos, J.-.A. Miller señala que la diferencia del trabajo del analista con el niño es que éste se sirve menos del analista que el adulto y, que el analista está obligado a tomar más iniciativas que con el adulto (2).

Leemos esta indicación desde lo que Lacan señala en el Seminario 6 en referencia a que en el niño algo no está aún acabado, precipitado por la estructura. Algo no es distinguido aún en la estructura (3).

El niño está confrontado al impacto primario de lalengua sobre el cuerpo viviente y está convocado a hacerse soporte de él (4), descubriendo rápidamente que las palabras cuentan y, también que cuentan diferente según de quien procedan, así como a quien se dirijan. Así, observamos cómo el niño no habla a cualquiera, el niño se dirige a alguien, y, para que esto se produzca es necesario unas condiciones de posibilidad que alojen su decir, como lo pone de manifiesto la niña de la viñeta que leeré a continuación.

**Ane de 6 años, deja de hablar a los 15 meses, según la interpretación de la madre, debido a una vacuna en mal estado que le provocó numerosos efectos secundarios. Entre ellos se le detecta una sordera que explica su mutismo. No obstante y a pesar de haber sido operada en dos ocasiones, la niña continúa sin hablar.

Ahora ya escolarizada balbucea y dice algunas palabras, sin embargo ha aprendido a leer y escribir.

A pesar de la gravedad de la situación, la madre se resiste a acudir con la niña a la primera cita, argumentando que tiene mucho trabajo, por lo que se interviene señalándole la importancia de su presencia y sus palabras.

Cuando Ane llega a la consulta presenta una gran agitación, sus movimientos son muy rápidos, pasando de una situación a otra sin dar tiempo a finalizarla, sin intervalos, como si sus actos estuvieran pegados, “holofraseados”, lo que le impide permanecer sentada.

Se le indica que la consulta será en adelante su espacio y sentándose en la silla de la analista pregunta: “¿De quién es esta silla?” Se responde que será su silla siempre que ella venga, dándole así un lugar.

En la siguiente cita dirá señalando las sillas: “¿Esta silla de Ane, esta silla de la analista?”. Y ante su afirmación, que ratificará cada día, es decir, al darle un lugar en la transferencia dentro del dispositivo analítico, se produce un efecto: Ane puede permanecer sentada cada vez más tiempo y comienza a dibujar y escribir.

Como cualquier niño del siglo XXI, Ane siente una gran atracción por los gadgets tecnológicos y en cuanto advierte el móvil encima de la mesa lo coge para indagar en su interior. Así descubre las direcciones de los whats entre los que encuentra la de su madre, que muestra con gran alborozo, señalando la imagen de contacto donde aparece una foto suya: “¡Mira, Ane!”, dice nombrándose.

Más adelante en una ocasión que como tantas otras abre las direcciones del whats, escribe en la de su madre letras como ha hecho otras veces, y entre ellas una palabra perfectamente legible: Abandono, y entrega el móvil mostrándolo.

El inconsciente aparece de esta manera, la niña “sabe más de lo que sospechan los adultos” (5), sabe cuál es su posición en relación al Otro y lo puede nombrar.

Asimismo al final de las vacaciones de verano -llevaba entonces un mes de tratamiento-, envía un mensaje ilegible desde el móvil de su madre, que provoca que ésta se ponga en contacto para concertar una nueva cita.

Ahora Ane habla más claro. Antes tenía la boca llena de letras que no conseguía separar (como pasaba con sus movimientos). Ahora puede expresar palabras y articular alguna frase con sentido, avanzando muy rápidamente como si ya existiera el lenguaje, por anticipación.

Porque el saber de Ane es “un saber auténtico y es bajo este título que se inscribe en el discurso analítico” (6).

El hombre nace con cadenas, es prisionero del lenguaje y su estatuto primero es el de ser objeto; causa de deseo de sus padres, si tiene suerte. Si no, desecho de sus goces.

Se trata en la práctica con niños de acoger al otro, de hacer emerger al sujeto y de tener en cuenta su palabra.

En lo concerniente al niño, dice Miller, no tomamos sólo los mensajes de malestar del sujeto, sino igualmente los malestares que vienen de los padres, de los vecinos, de la escuela. Si, para los adultos ponemos la sordina, para los niños tomamos en cuenta los mensajes que vienen del entorno, precisamente porque hay algo que no se ha precipitado en la relación del sujeto del enunciado y de la enunciación (7).

A menudo los síntomas de los niños son medios para manifestar su angustia o responder a la de sus padres, o para protegerse de un padre demasiado ansioso o exigente.

El tratamiento analítico permite un efecto de alivio, de apaciguamiento y de elucidación para el niño y su familia. Produce un desanudamiento operado por la palabra dirigida al analista que sabe cómo uno se enreda con las palabras de los allegados, con las palabra de su Otro y con sus propias palabras.

Se trata entonces, como sitúa Lacan en su Seminario 6, de dejar un lugar vacío para que el deseo se sitúe ahí, más allá de las identificaciones del sujeto y de los ajustes a la realidad.

El psicoanálisis -en contra de la ideología actual que todo normativiza y que no deja lugar a la singularidad-, defiende y promueve una cierta concepción de la libertad. No se funda en una utilización reeducativa de la conducta, ni en una concepción puramente adaptativa del niño; no se construye en un saber médico-educativo, sino en una respuesta sobre el deseo de acoger la palabra y la singularidad del caso.

Los nuevos detractores del psicoanálisis buscan negar el alcance del sujeto del inconsciente, prefieren para él una dimensión fundada en la estadística y la norma obtenida a partir de las cifras.

Por el contrario, en el psicoanálisis se trata de renunciar a una posición de omnipotencia, a no servirse de ella, a rehusar encarnar a aquel que tiene el poder sobre el otro y que podría decidir por él (8).

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA:

** Viñeta clínica de Begoña Isasi

(1) Freud, Sigmund. “Aclaraciones, aplicaciones y observaciones”, Nuevas lecciones de introducción al psicoanálisis, pág. 3184-3185, Ed. Biblioteca Nueva
(2) Miller, Jacques-Alain. “Interpretar al niño”. Carretel nº 12, Bilbao 2012, p. 12
(3) Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 6: El deseo y su interpretación, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires 2014, pág. 94
(4) Roy, Daniel. Niños en análisis o el reverso del psicoanálisis. Zappeur 1
(5) Miller, Jacques-Alain. “Lo que el niño sabe”, Carretel nº 11, Bilbao, 2012
(6) Ibíd. pág. 12
(7) Miller, Jacques-Alain. “Interpretar al niño”, pág. 14
(8) Bonnaud, Hélène. El inconsciente del niño, Ed. Gredos, Barcelona 2014, pág. 155-156

 

*Trabajo presentado en el X Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Normas, incertidumbres, y lazo social”, fue celebrado en Bilbao el 24 de enero de 2015