Grupo de Investigación: el niño en el discurso analítico (1)*
Comenzaremos diciendo que la infancia no existe fuera del discurso social y del contexto de la época, es decir que para que exista la infancia en tanto concepto operativo es necesario que se desarrolle un discurso y una representación social a su alrededor, discurso que es cambiante según las épocas y los lugares.
Así, el niño que conoció Freud –Juanito–, no es el mismo que el de ahora, sin embargo podríamos pensar en Juanito como un niño de hoy y vamos a tratar de desarrollar porqué lo planteamos así.
La concepción que el psicoanálisis tiene de lo que es un niño no es ni la de la sociología, ni la del campo jurídico, ni la del imaginario social. Para el psicoanálisis se trata del ser que habla con el discurso, discurso que implica dos vertientes: la del significante –lo que se dice– y la del goce –porqué se dice eso que se dice y no otra cosa–. Ambas apuntan a situar a cada ser hablante como ser sexuado frente a los otros (1).
Ante la declinación del Nombre del Padre, significante amo por excelencia, lo que viene a su lugar en nuestra época actual es el objeto, el objeto provisto por la ciencia.
Donde antes estaba el discurso del amo, ahora está el discurso capitalista, lo que implica la caída de la autoridad y el saber. Una autoridad que ordenaba el modo de goce con que cada uno funcionaba en la familia, además de facilitar las indicaciones y establecer la diferencia de lugares y funciones.
Esta crisis de la autoridad coincide con el auge de la ciencia porque en el mundo contemporáneo es la ciencia la que ocupa el lugar de certeza incuestionada, ocupando el lugar que en otro tiempo tenían la tradición, la autoridad o la religión. Hoy lo que garantiza, lo que confirma su valía, es decir que ha sido “científicamente probado”: desde la más sofisticada técnica quirúrgica hasta el yogurt que comemos cada día.
Juanito, el caso de Freud, podría pertenecer a esta época, podría ser un niño contemporáneo, por ese declive de la autoridad paterna; pero en Juanito en lugar del objeto de la ciencia, lo que aparece es una fobia. La fobia la podemos considerar como un síntoma, es decir una modalidad de lo singular, propia del síntoma analítico.
El espacio de la familia se encuentra ocupado por una red de relaciones sublimadas por el vínculo social que está fundado sobre la prohibición de la relación sexual. Lo que encontramos en la familia, más allá de la forma que ésta pueda adoptar, que ha sido múltiple a lo largo de la historia y seguirá cambiando, es, cómo se han distribuido en la existencia del sujeto los papeles de obstáculo y de objeto; a través de qué traumatismo fue afectado de una pérdida (en Juanito la llegada de la hermanita…) y qué significación ha surgido para él desde eso… qué posición subjetiva, qué goce ha sido recuperado…
Freud nos enseña con la cura de Juanito como se han distribuido estos papeles, qué ha implicado su carencia…
Es esta una orientación que sigue vigente en nuestros días, porque el niño desde el psicoanálisis lacaniano se entiende como un tiempo, la infancia que está para que algo sea anudado, para que se realice ese nudo, que en Freud se denomina Complejo de Edipo, y, que con Lacan hemos podido extraer la lógica del Complejo Edipo-Complejo de Castración.
Hemos dicho que el síntoma de Juanito es la fobia y ésta opera como suplencia de la metáfora paterna. El padre de Juanito es un padre que no castra, un padre muy permisivo y contradictorio, por ejemplo, dice que no es bueno que el niño duerma con la madre, pero no pone inconvenientes en que entre al baño con ella. El padre en este caso está pero no está (no está su función), ello refleja la paradoja que tan a menudo encontramos en las familias y cómo los niños lo reclaman con su propio lenguaje.
Podríamos decir entonces que la palabra clave en el caso de Juanito respecto a su padre es carencia, lo que es esencial para fijar el mecanismo de la fobia. Carencia en el sentido simbólico, porque como dice J.-A. Miller (2), la metáfora paterna no se constituye en este caso de manera plena sino de manera oblicua, desviada. La fobia es una tentativa de solución del problema simbólico, de la carencia simbólica del padre.
A diferencia de las psicoterapias, Freud supervisó el plan de tratamiento de Juanito, teniendo en cuenta tanto sus pensamientos como sus modos de proceder inconscientes o conscientes. El plan de tratamiento lo llevó a cabo de forma muy elaborada, no fijándose solo en el síntoma (la fobia), sino adentrándose en el inconsciente e interpretándolo. Mientras que las terapias cognitivo-conductuales habrían tratado de eliminar el síntoma, Freud no solo no lo elimina, sino que trabaja a través de él.
Freud discrimina claramente entre el miedo y la angustia. Siendo el miedo dirigido hacia algo focalizado, en el caso de Juanito hacia los caballos; y la angustia un estado afectivo de carácter penoso, algo indeterminado/sin objeto, que le lleva a Juanito hacia esa exploración/investigación: en su cuerpo con el “hace-pipí”, en el entendimiento de la actitud del madre o de la madre… Esta angustia actúa como represión del deseo inconsciente, que sería el poder estar con la madre.
Pero la angustia se pasa, ¿y después? –pregunta Lacan–, y esta pregunta nos traslada de nuevo al «hoy en día» con las terapias donde se utiliza la sugestión autoritaria.
El ¿y después? de Lacan no es solo advertirnos de que es mucho más complejo de lo que parece. Hay en el caso toda una meditación sobre la paternidad, sobre lo que es “ser padre” entre el niño, su padre y Freud. Esta meditación lleva a una reflexión sobre el estatuto simbólico del padre. El tratamiento puede ser presentado como el pasaje de todo este imaginario que parte de los caballos que muerden, hasta una construcción simbólica y teórica. Bajo la palabra de la teoría infantil hay un mundo simbólico que se abre y es precisamente a esto a lo que nos lleva el niño si le seguimos. Esta es una preciosa indicación, que nos da Eric Laurent, para la práctica con niños.
Ya Freud nos daba indicaciones muy precisas de cómo dirigir la cura analítica, de cómo un analista trabaja con un sujeto. Así por ejemplo en varias ocasiones señala que no se trata de comprender rápidamente lo que dice el sujeto, sino que se trata de examinar el material comunicado. “Nuestra tarea”, dice, “no consiste en comprender enseguida un caso clínico”. Juanito, como todos los niños, aplica a su material sus teorías sexuales infantiles, sin que nadie le anime a ello, teorías totalmente ajenas al adulto.
Otra indicación que Freud aporta y que sigue en vigencia en la cura con niños es la de que el psicoanalista no es el representante del padre ni de la madre (ni de la maestra, ni del juez…) y, tampoco debe ser el representante del principio de realidad. El psicoanalista se coloca, en el lugar del que hace trabajar, es decir, “el analista permite al inconsciente trabajar”.
Lo observamos en la única visita que le hace Juanito, donde queda instalado el lugar del analista a la entrada de la cura como Sujeto Supuesto Saber (lo que conocemos como transferencia).
Nos dice Freud: “Mucho antes que él viniera al mundo sabía yo que iba a nacer un pequeño Juanito que querría mucho a su madre, y por ello mismo le tendría miedo a su padre, y se lo había dicho así a este último.” De vuelta hacía su casa, Juanito preguntó a su padre: Oye: ¿es que el profesor habla con Dios para saber así todo lo que va a pasar? (…) “No era de esperar –dice Freud– que mis explicaciones le libertaran inmediatamente de su angustia, pero se demostró que le había proporcionado con ellas la posibilidad de derivar sus deducciones inconscientes e ir terminando con su fobia.”
Incluso encontramos en Freud una definición de la contemporánea hiperactividad, dice: “un niño muy nervioso es el que tiene alguna clase de angustia o muchos fenómenos angustiosos al mismo tiempo”.
Centrarse demasiado en el síntoma a tratar en tanto comportamiento, es una visión que deja de lado todo el campo de lo que se encuentra detrás. Estas psicoterapias comportamentales así como los psicofármacos tratan de cortocircuitar el duelo necesario ante cualquier pérdida: nacimiento de un hermano, catástrofe, paro, muerte de un familiar, separación de los padres…
La época empuja a una solución rápida y universal, sea por la adaptación, o por el estándar, o el protocolo, mientras que el psicoanálisis apuesta por la solución subjetiva y singular que él síntoma acarrea.
VIÑETA CLÍNICA
En relación a todo lo expuesto hasta ahora, presentamos esta pequeña viñeta clínica de un niño de 6 años al que llamaremos Iker. Viene a consulta a petición de la escuela por observarse en él conductas agresivas y de desatención. Si bien estas son las conductas que pueden llamar más la atención, es preciso enmarcarlas dentro de toda una red relacional familiar, como veremos más adelante.
En las primeras sesiones, trato de acompañar lo que el joven dice o hace dentro de la consulta (jugamos al parchís, oca, ajedrez), además de asegurarle la consulta como un espacio suyo y no de sus padres. En este tiempo, si se enfada conmigo lo muestra rompiendo un boli, una borragoma… pero no con la palabra. También se le facilita una caja donde poder guardar el objeto de la consulta que desee que permaneciese en un sitio que el identificase como suyo.
El cambio de esta situación sucede al de mes y medio, cuando dice que no quiere volver. La respuesta que se le da es la de que se llegó a un acuerdo de que las consultas iban a durar por lo menos cuatro meses, y que por tanto todavía quedaban dos y medio. A partir de ese momento realizó su primer y único dibujo y comenzó a jugar con los muñecos, casas y coches. A partir de ahora comienza a hacer uso de su cajita.
Cuando se van a cumplir los cuatro meses de tratamiento, su madre me dice que Iker se hace pis en la cama. Hay una enuresis secundaria, que se inicia después de un incidente con un compañero de clase, y que cesa en vacaciones y fines de semana. También hay incursiones nocturnas a la cama de sus aitas, porque como dice él “le gusta más la cama grande”. Su ama me cuenta que de niño le costaba mucho dormirse y que su aita le adormecía en la cama del matrimonio, para devolverlo después a su cama.
En esta situación, y retomando lo expuesto hasta ahora, se ha establecido entre Iker y su madre una relación imaginaria, pero con el problema de que la función paterna, no separara y divide como debería. Por motivos de trabajo el padre tiene que estar fuera cada cierto tiempo y esto es lo que asusta a Iker, porque al igual de lo que le ocurre a Juanito, Iker está deseando estar a solas con su madre, pero por otro lado le asusta esa idea, y es por esto, que cuando este mismo tipo de relación se establece (en este caso en clase) la respuesta de Iker es la de desconectarse; no querer saber nada de lo que ocurre. Sin embargo, cuando la relación se establece de forma adecuada y respetando sus tiempos como sujeto, entonces no aparece esta desconexión.
En cuanto se les da a los padres la indicación de cortar esas incursiones nocturnas y animándoles a que ubiquen a Iker como niño y futuro adulto, al de poco tiempo las cosas se calman; las incursiones y la enuresis cesan.
En este caso tenemos dos cuestiones: por un lado está la enuresis, el hacerse pis, que tiene una incidencia en el cuerpo y que parece que es sensible a la palabra. Podríamos pensarlo como un síntoma, algo propio del sujeto.
Sin embargo, también hay significantes que muy lejos de ser propios del sujeto, le vienen dados de fuera, como son el déficit de atención, hiperactividad, trastorno disocial…
Nos planteamos en el Grupo la función del padre y de la madre pero no podemos olvidar qué lugar ocupa el niño en esa dinámica familiar. ¿Qué lugar ocupa el niño en la familia? ¿Es un niño deseado? ¿De qué manera? ¿Qué les ocurre a los no deseados?
En este caso la función del niño para la madre se da en dos posibilidades: la del deseo de la madre por el padre y la del deseo de la madre por el falo.
Hoy en día podemos ver esta misma viñeta en la que muchas madres llevan a sus hijos a la cama, para que suplan su falta, no la de ellos.
NOTAS:
1- Najles, A.R. El niño globalizado. Segregación y violencia. Plural editores.
2- Miller, J.-A. Introducción a la lógica de la cura del pequeño Hans. Colofón 12.
(1) Integrantes: Rebeca Abad, Odei Iriondo, Mikel Rey, Marta Sánchez, Ana Solana, Susana Viar
Responsables: Begoña Isasi y María Verdejo
* Trabajo presentado en el VI Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao, celebrado el 16 de Junio de 2010.