(Referencia en las lecciones XV y XVI del Seminario 6 de Jacques Lacan, El deseo y su interpretación)

Esther González*

 

En la Introducción el autor señala que este libro es una interpretación de las cuestiones que sobre Hamlet Freud plantea en la Traumdeutung. Fue publicado por primera vez en 1910; ha sido revisado y ampliado en varias ocasiones.
Esta revisión es del año 1949 y está dirigida al gran público, animado por el interés que de nuevo en esos años despierta la obra de Shakespeare.

El libro está dividido en 7 capítulos. A lo largo de todo el libro vamos encontrando una extensa y pormenorizada revisión de lo que se ha escrito sobre Hamlet, desde autores clásico clásicos hasta los más contemporáneos: Goethe, Nietzsche, Masson, TS Elliot, Dover Wilson… A lo largo del texto podemos observar cómo va debatiendo con los distintos autores; apoyándose en unos, rebatiendo a otros, para ir desgranando su tesis.

Comienza el libro reflexionando sobre psicología y estética donde señala que es más fácil creer que las ideas poéticas surgen de una especie divina que considerarlas como la elaboración de elementos simples y familiares, desprovistos de cualquier encanto o cualidad estética: es decir, como una elaboración inconsciente.

Los trabajos de Freud han revelado algunos de los mecanismos fundamentales de donde procede la creatividad artística y poética, mecanismos que tienen muchos puntos en común con los que aparecen en los procesos psíquicos.
En la obra que nos ocupa, la significación de los conflictos y de los sufrimientos de Hamlet ha sido considerado por la mayor parte de los críticos literarios como un problema específicamente psicopatológico y numerosos psiquiatras han tratado de resolver este problema de un modo clínico. Pero sus esfuerzos no han conseguido informarnos en absoluto de lo que realmente sucede en el espíritu de Hamlet.

Un psicoanalista irá más lejos y podrá informar sobre los orígenes del desarrollo de un personaje, al tener en cuenta que la respuesta presente está siempre compuesta de una reacción a una situación presente y de varias respuestas pasadas a situaciones precedentes que inconscientemente son asimiladas a la actual.

Si bien los personajes de la obra solo han existido en la imaginación del dramaturgo, el público, los actores, los críticos literarios etc…le confieren calidad de un ser vivo, intentando incluso especular sobre cómo sería el carácter del joven Hamlet antes de que le ocurrieran tantas calamidades. Toma esta tesis (p. 619) “Me propongo considerar a Hamlet como un ser vivo… Pero, nos dice, en lugar de olvidar que se trata de una ficción, intentaré desvelar las relaciones existentes entre esta criatura imaginaria y la personalidad del propio Shakespeare”.

Hay dos aspectos del problema abordado por la tragedia de Hamlet que son de interés: en primer lugar esta obra expresa muy bien la filosofía y la actitud ante la vida de Shakespeare. En segundo lugar, el interés intrínseco de la obra es considerable, su tema encuentra un eco en el corazón de la humanidad, debido a la personalidad de su héroe.

El interés que suscita no se limita al arte dramático y ha originado debates sobre distintos temas: religiosos, literarios, la indecisión, la venganza… De nuevo encontramos una exhaustiva revisión por parte de Jones.

Destaca dos postulados: uno que es denominado a veces punto de vista subjetivo y trata de situar la inhibición en algún defecto de constitución propio de Hamlet. Lo interesante de este postulado es que es un elemento de la personalidad de Hamlet lo que le imposibilita cualquier forma de acción decidida.

Otra concepción, iniciada por Goethe y más próxima a la verdad nos dice Jones, ve en Hamlet un hombre en quien a menudo la acción es constituida por una imaginación excesivamente rica.

Nos encontramos entonces con dos tendencias: una constitucional, según la cual Hamlet sería inestable por naturaleza y otra traumática que define a Hamlet, constitutivamente sano y feliz, como un hombre paralizado por el asesinato de su padre hasta el punto de sentirse incapaz de realizar la más mínima acción.

Sin embargo Hamlet en la obra, aparte de la misión encomendada, es un hombre capaz de actuar y más bien sin prevención, como lo muestra el asesinato de Polonio, de Guildenstein o Rosencraz. También el desprecio o la ironía que presenta ante sus enemigos o incluso frente a Ofelia o la acerba condena que hace a su madre. La actitud de Hamlet no es la de quien se siente superado por su tarea sino la de un hombre que, por una u otra razón, no puede decidirse a cumplir su evidente deber.

No es un personaje paralizado por la duda, si exceptuamos el momento de la venganza.

Y Jones se pregunta, si Hamlet es capaz de actuar y si la empresa está a su alcance ¿por qué no la lleva a cabo?

Si Hamlet es capaz de actuar, si las dificultades de su misión no son insuperables, deberemos admitir que uno de los aspectos de esta misión le inspira una repugnancia invencible. Es decir, en su fuero interno Hamlet no quiere llevar a cabo la tarea que le incumbe; esta conclusión se deduce de la simple lectura de la obra.

Lo que en las primeras escenas parece indecisión es en realidad la preocupación de no dejarse arrastrar por el odio a una acción capital contra un inocente; Hamlet quiere confirmar que la aparición de su padre no ha sido producto de su imaginación y quiere asegurarse de que la venganza no recaiga sobre su madre.

En sus monólogos no da la menor indicación sobre la naturaleza del conflicto que le perturba; sin embargo, nunca pone en duda ante los espectadores la finalidad de su misión, expone siempre con claridad lo que sería su obligación. Quedando el conflicto situado a nivel de los obstáculos que le impiden actuar; la más mínima duda sobre este aspecto habría supuesto una ofensa a su amor filial.

Hamlet no reconoce su objeción moral al hecho de la venganza, se trataría de algo que se oculta a la conciencia; este es el camino, señala Jones, que puede conducir a una solución del problema: al admitir que el héroe no es consciente de las verdaderas razones de su repulsión, franquearemos el paso al centro del enigma.

A Hamlet le repugna cumplir con su deber y esa repugnancia es inconsciente. Shakespeare no podía explicar esa inhibición porque no era totalmente consciente de ella. ¿Por qué, se pregunta Jones, si los móviles de la obra son tan oscuros tiene esos efectos sobre el público? Porque el conflicto de Hamlet se refleja en la psique del espectador. El héroe, el poeta y el público se sienten profundamente conmovido por los sentimientos nacidos de un conflicto cuyo origen permanece oculto.

Podemos decir que Hamlet no puede cumplir con su deber, que no quiere hacerlo; la verdad es que no puede quererlo; el comportamiento de Hamlet es típico de una conciencia torturada.

Los crímenes cometidos son por un lado el fratricidio cometido por Claudio y por otra el incesto cometido por la reina. Hamlet no soporta agravar el incesto con un parricidio; de ahí proviene su íntima frustración y sus vacilaciones ante la exigencia paternal de venganza. Una parte de sí intenta cumplir con su deber, mientras otra elude constantemente pensar en ello. Se siente desgarrado por un insoluble conflicto interno.

En la obra vemos también la diferencia con que el héroe aborda uno y otro crimen. El asesinato cometido por Claudio le suscita indignación y deseo de venganza; la conducta de la madre despierta en él una intensa repugnancia que le trastornan en lo más profundo de su alma.

La mala conducta de su madre le conduce a la desconfianza en la naturaleza humana; Hamlet sufre ya una depresión antes de que se le aparezca el espectro. Y llegamos a la cuestión de la salud mental de Hamlet, donde diagnósticos clínicos no faltan.

Pero, nos recuerda Jones, Shakespeare no ha tratado a Hamlet como un loco y cuando habla de “espíritu desquiciado” no hay que tomar la expresión al pie de la letra. Toma las palabras de Wilson “un sentimiento de frustración, de inconsistencia y de inadecuación que es el sello de toda la sinfonía humana” para proponernos que Hamlet constituye un buen ejemplo de esta dolorosa condición en la que se debate penosamente la humanidad y que tiene un nombre: psiconeurosis.

No se puede hacer un estudio de un caso de psiconeurosis sin relacionar las manifestaciones de esta afección con los impulsos que intervienen en la primera infancia y continúan interviniendo en la edad adulta. Eso es lo que trataré de hacer con Hamlet, nos dice Jones.

Toma Tres ensayos de Freud: La evolución psíquica de Hamlet podría describirse así: de niño el héroe sentía un tierno cariño hacia su madre, que comportan habitualmente elementos eróticos encubiertos, en especial durante los primeros años. Donde resaltan en la obra dos rasgos de la reina, su acentuada sensualidad y la apasionada ternura que derramaba sobre su hijo.

La actividad inconsciente del inhibido deseo de reemplazar a su padre en el cariño de la madre, recibe un nuevo estímulo cuando ve que alguien usurpa este lugar que a él le hubiera encantado ocupar. Su inhibición exige por parte del héroe un gasto tal de energía que lo hunde en este deplorable estado psíquico, cuyos síntomas describe él mismo admirablemente.

Parece que Hamlet hubiese logrado desligarse de madre para prendarse de Ofelia; si bien la naturaleza de sus sentimientos hacia la muchacha es bastante oscura y compleja. Cuando le hace la corte a Ofelia, se puede detectar una atracción hacia ella, pero también una especie de desafío a su madre.

El héroe ataca los encantos femeninos de Ofelia, sospecha que su misión es seducirle y que está dispuesta, como la reina, a traicionarle por otro hombre.

Su encuentro con el Espectro representa un nuevo golpe: averigua que su padre ha sido asesinado. El culpable es un pariente y el crimen ha sido cometido por efecto de la lujuria. El doble deseo de Hamlet ha sido realizado por su tío.
Los sentimientos de Hamlet sobre su tío son confusos: le odia pero su odio está impregnado de envidia y celos por su malvado triunfo. Por fuerte que sea su odio no puede compararse con la ardiente indignación que experimenta hacia su madre. Algunos autores consideran que para Hamlet era más importante salvar a la madre del pecado que vengar el asesinato del padre.

La alternancia de acción e inacción que elige Hamlet como línea de conducta y las provocaciones que dirige a su tío, solo pueden conducirle a su propia ruina.

Parece como si Claudio representase el aspecto más profundo y secreto de su personalidad: si lo mata es como si se matase a si mismo. Esta es finalmente la solución adoptada por Hamlet y que Jones relaciona con los descubrimientos de Freud sobre la melancolía.

Tras su sacrificio final, cuando está a las puertas de la muerte, ya es libre para cumplir con su deber, para vengar a su padre e inmolar, a través de su tío, su propia imagen.

Jones nos dice que espera haber contribuido a reforzar la ilusión de que Hamlet es un ser vivo. A fin de cuentas quien ha creado a Hamlet es un ser vivo Shakespeare y en la creación poética siempre hay alguna relación entre los sentimientos que describe un poeta y lo que él mismo ha experimentado; de lo contrario el acto creativo resultaría totalmente incomprensible.

Sitúa que lo escribió antes del verano de 1601 e investiga qué sucedió en la vida de Shakespeare en esa época: encuentra dos hechos y una conjetura.

El primer hecho es la rebelión del conde de Essex contra la reina Isabel, que acaba con la ejecución de este y tuvo como consecuencia la caída en desgracia del principal protector de Shakespeare. El segundo el fallecimiento de su padre, acontecimiento que según algunos autores se hace presente en el viraje del autor hacia la tragedia.

Para Jones ninguno de estos acontecimientos explica la profunda misoginia y el horror a la sexualidad que dominan la obra.

Vamos a la conjetura: el autor hubiera pasado por un drama amoroso, que describe en otra obra, los Sonetos. Una dama de honor de la reina Isabel, Mary Fitton, parece que se convierte en la amante de Shakespeare; este le presenta a un gran amigo; Mary seduce al amigo y establecen una relación que dura dos años.

La infidelidad de su amante le afecta menos a Shakespeare que la pérdida del amigo. Para Jones lo más curioso de esta historia es que Shakespeare a pesar de las angustias de los celos logró aplastar su resentimiento tanto con respecto a su amante infiel como con respecto a su amigo traidor. Esta tolerancia, que señala contra natura, revela una grave inhibición.

Donde el poeta responde escribiendo una tragedia basada en los sufrimientos de un hombre torturado, incapaz de librar mediante la venganza su alma herida. De este modo supo calmar su propio tormento y se preservó de caer en la locura aunque nunca más volvió a ser el hombre feliz de antaño.

* Trabajo presentado en la clase del 18 de abril de 2015 del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao, Curso 2014 – 2015, dedicado al Seminario 6 de Jacques Lacan