Vilma Coccoz
Celebrado el día 17 de octubre de 2014
El 17 de octubre de 2014 quedará en la memoria de muchos de quienes tuvimos el honor de recibir a la directora de A cielo abierto en nuestra ciudad. Venida especialmente para el preestreno de su película, que llegó a las salas el día 24, le acompañaba su padre, Antonio Otero, pintor, exiliado en Francia. A pesar de su delicado estado de salud quiso estar junto a su hija y participar en este acto memorable en el que la nieta de Antonio Otero Seco, periodista y poeta republicano, presentara en su ciudad esta obra inmensa. Una inigualable lección de humanidad que relata la vida en Courtil, una institución belga orientada por el psicoanálisis y dedicada al tratamiento de niños con dificultades psíquicas.
En su día Antonio Otero Seco fue cronista inimitable de la resistencia de esta ciudad al fascismo, él narró las heroicidades cotidianas de las mujeres madrileñas, la lucha decidida de la gente defendiendo con sus cuerpos, hasta el final, el último bastión de la libertad y la cultura, antes de caer en la noche oscura del franquismo.
Freud nos ha enseñado que la memoria es algo extraño, porque sucede, en gran parte, sin el añadido de nuestra conciencia y, por esa razón, en la transmisión de los recuerdos entre las generaciones es el hilo sutil de los deseos y traumas inconscientes el que teje, con invisibles lazos, las singulares páginas de nuestra historia personal.
Cuando Antonio Otero, el hijo, camina por Madrid, disfruta del reencuentro con su ciudad, la misma que, gobernada por los vencedores, condenó y expulsó a su familia. El revive también, con un conocimiento admirable, a cada paso por lugares claves, trágicos episodios de la Guerra Civil. Reconozco esa urgencia: si los vivos no contamos lo que ocurrió, ¿dónde quedarán esas miles de existencias anónimas a cuya entrega tanto debemos?
Cuando Mariana Otero, la nieta, recorre estas calles, sus sentimientos son tan fuertes como encontrados. Ella creció escuchando los relatos de esa ausencia, de las pérdidas que condenan a los exiliados a “una vida entre paréntesis”, título de una de las novelas de su abuelo. Ella ha confeccionado una versión propia de este pasado entretejido con su propia historia a partir de su mirada singular.
Sí, con su manera de ver el mundo y la historia, Mariana Otero hace un cine diferente, un cine de lo real. Ella no es una documentalista al uso. Ella no cree en la mirada objetiva. Ella no narra, ajena, lo que ve y escucha; Mariana se inmiscuye en la realidad, inventa un diálogo entre su cámara y las personas, convirtiéndolas en protagonistas de su propia vida.
Así, sin saberlo, y gracias a la mediación de la mirada de Mariana, esas vidas adquieren, súbitamente, un alcance épico. El cine de Mariana es un cine de encuentros, de lo que acontece de manera imprevista y que es incorporado a la narración en una dialéctica exquisitamente poética en la que se resguarda el enigma.
En Historia de un secreto (2003), premiada en la SEMINCI, afronta con valentía y delicadeza el desgraciado final de su madre, la genial pintora Clotilde Vautier, a causa de un aborto, cubierto por el silencio familiar durante años. En el curso de nuestra conversación se enteró de que no existe en la lengua española una palabra para distinguir el aborto voluntario del llamado “natural.” En francés sí existe esta distinción fundamental entre: fausse couche y avortement.
En nuestras manos (2010) nominada al César, se sumerge Mariana en la conversión de una ruinosa empresa textil en una cooperativa de mujeres. Ellas deciden tomar a su cargo su trabajo y, en el mismo movimiento, desenvolverse en la vorágine de asumir los cambios que se desencadenan en sus vidas. Una situación colectiva se construye con las manos de cada una, en singular.
A cielo abierto llega a España cubierta de elogios por la crítica europea y americana. Ha sido presentada en los Festivales de Zurich, Río de Janeiro, Tel Aviv, Quito. Mariana Otero ha comentado en distintos momentos que su impulso a hacer este documental fue un motivo íntimo: su pregunta acerca de cómo ven el mundo los llamados «locos».
En esta obra de arte extraordinaria Mariana ha confeccionado un mensaje a todos los espectadores, un mensaje de esperanza para los padres, maestros, terapeutas de niños aquejados de autismo y psicosis infantiles. Diciéndoles que hay mucho por hacer por estos niños que se encuentran con enormes dificultades en la vida y que corren el riesgo de «quedarse fuera», en peligro de permanecer excluidos, apartados del encuentro con los demás.
Hay mucho que hacer por ellos si se cambia la posición habitual. Si ella eligió Courtil fue porque allí cada niño es tratado como un enigma, no como un enfermo o un discapacitado al que es necesario enseñar habilidades o corregir sus conductas inadaptadas. La posición que sostienen los miembros del equipo está en las antípodas, consiste en dejarse enseñar por los niños. Los adultos intentan descifrar los signos de su lengua privada, de su sufrimiento, de su manera de ver el mundo, para, de este modo, aprender a invitarles a compartir con los otros, es decir, para invitarles a disfrutar del lazo social.
En su escrito El malestar en la cultura Freud precisa que la razón fundamental de nuestro malestar subjetivo -una vez resueltas nuestras necesidades de supervivencia- proviene de nuestra relación con los demás y con nuestro cuerpo.
La lección de la psicosis y del autismo infantil radica en mostrar hasta qué punto de desesperación y aislamiento se puede llegar cuando estas dificultades se vuelven insuperables. Hace falta un enorme respeto, delicadeza y formación para que la intervención de los adultos concernidos sea benéfica. Y consiga ayudarles a tratar lo que les ocurre con la palabra y con el cuerpo, y que les aparta de los demás.
Por eso esta película muestra que una institución orientada por el psicoanálisis es un lugar de convivencia y de invención de soluciones inéditas para hacerle un lugar a cada uno en el banquete de la Vida. Y por ello esta película es una lección de humanidad.
Porque, aunque sea fundamental, no es suficiente la garantía democrática que protege el derecho de todos a la educación y a la sanidad pública. Para hacer una institución así hace falta también una orientación clínica muy seria y elaborada, que toma en cuenta la realidad singular de cada quien, su más íntima dificultad.
Mariana Otero, nieta de Antonio, sabe que para comunicar una experiencia hace falta la palabra de cada uno, la enunciación personal que nos hace diferentes aún viviendo los mismos acontecimientos. Y que se requiere poner el cuerpo, volverlo cuerpo-cámara, para contárselo a los otros, para hacerlos así partícipes de una vivencia personal, que sólo ella, desde su más radical intimidad, ha conseguido captar con su mirada de artista.