Antonio Múgica
Hoy les he aportado la dimensión de la vergüenza. No es cómodo plantearlo. No es algo de lo que se pueda hablar tan fácilmente. Este es tal vez el agujero de donde brota el significante amo. Si así fuera, tal vez no sería inútil para medir hasta qué punto es preciso acercarse a él, si se quiere tener algo que ver con la subversión, aunque sólo sea el relevo del discurso del amo.
Sea como fuere, lo seguro es que esta introducción del S1, del significante amo, la tienen a su alcance en el menor discurso, es lo que define su legibilidad.
(…)
No es preciso tampoco que haya lo escrito, ni la impresión -y no es que no esté ahí desde hace mucho tiempo- sino, de alguna manera, un efecto retroactivo. ¿Qué hace que podamos preguntarnos siempre cuando leemos cualquier texto, en qué se distingue como legible? Debemos buscar el secreto por el lado de lo que hace el significante amo.
Jacques Lacan, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis (1968 – 1970), Ed. Paidós, 1992, p. 204.
Introducción
Se me invitó a trabajar para indicar en dónde leo, en este capítulo, alguna enseñanza o impasse clínico. Acepté. Sabiendo que la enormidad de trabajar para responder a esta cuestión en un capítulo final de un seminario de Lacan, es decir, el momento en que se produce la retroacción de todo un curso, y a su vez, la apertura a lo que vendrá. Y de un seminario como éste, el Seminario 17, que como sabemos, implica un giro en la enseñanza de Lacan, un momento de giro en el paradigma de la concepción del goce. Así que debo agradecer la invitación a un trabajo como este, y el trabajo de lectura a la que me ha obligado. Otra cosa será lo que resulta de ello.
Para situar la elección de la cita diré previamente algunas cosas.
Hemos podido trabajar el curso pasado el Seminario 16, “De un Otro al otro” (1). Ese seminario, junto a este y a Radiofonía (2) -texto que fue escrito para su emisión radiofónica poco antes de que Lacan dictara esta clase-, suponen el corpus teórico de lo que Jacques-Alain Miller señaló en su curso “La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica” como el paradigma 5 de los seis paradigmas del goce, que permiten seguir, en la enseñanza de Lacan, la manera de abordar la dimensión del goce. En este caso Miller lo nombra como “El goce discursivo” (3).
Siguiendo esa línea se puede se puede captar cómo Lacan, en este momento de su enseñanza, ha producido una operación en la que la disyunción del significante y del goce toma una nueva dimensión. Y así, por ejemplo, se puede seguir en la enseñanza de Lacan el recorrido por el que el a minúscula ha tenido diversos modos de ser concebido. Desde el otro imaginario del eje a-a´, pasando por la aparición del objeto a, con sus diversas conceptualizaciones, como resto, como causa, como elemento que no es significante pero que funciona como tal… En este momento, y desde las demostraciones a partir del par ordenado del Seminario 16 (4), el goce aparece como plus de goce, objeto a plus-de-gozar, en donde se entiende como algo que produce el mismo significante en la repetición en tanto que no lograda, fallida.
Es decir, hay al mínimo, dos órdenes de lo real: lo real en tanto que es absoluto e irrepresentable, fuera de cualquier posibilidad de imaginarizar o simbolizar, incluso, de lo que se defiende todo el “aparato psíquico”, y lo real que este mismo aparato, localizado en la articulación significante, produce.
Cómo se concibe ese “aparato” es fundamental, y ahí podemos recordar cómo el recorrido de Lacan hasta ahora incluye casi como invariable la fórmula del significante como lo que representa a un sujeto para otro significante. De esta formulación en un inicio se acentuó el efecto de falta en ser, de supuesto, del sujeto. Pero en este seminario ya se ha producido un desplazamiento por el que, aunque haya la idea de una pérdida de goce, castración, propia de la inserción significante, a su vez el significante instaura la repetición, que como he señalado, Lacan dice que está orientada por el goce (5).
Y aquí se sitúan estos esquemas, los de los discursos que, como dice, pueden llamarse “funciones radicales” y que escriben dos órdenes de relaciones (6). De ellos, a su vez, toma una relevancia fundamental el hecho de la imposibilidad presente en todos ellos.
Volviendo a la invitación que me hicieron y acepté, hay que decir también que al hacerlo sabía que en este capítulo no resultaba fácil encontrar a primera vista un elemento “clínico” en el sentido de que en él se hable de un caso, o de cierta forma de distribución nosológica. Es decir, si habría algo clínico en este capítulo lo sería en el sentido de la dirección de la cura, o habría algún concepto que tendría un modo de consideración importante para la clínica.
La cita
He elegido tres párrafos, los que figuran en el exergo, que se encuentran en la página doscientas cuatro del seminario. Si he elegido esta cita, y teniendo que obligarme a un único punto de los muchos posibles de la clase, es porque da una indicación que creo podemos entender clínicamente. Se trata de la idea de que la legibilidad de un texto tiene su secreto por el lado de lo que hace el significante amo, algo que debe entenderse como el lugar que ocupa en el discurso.
Un texto; es lo que hay cuando se trabaja. Y cómo se considera lo que es “leer” importa en la dirección de la cura, en el modo en cómo se atiende y entiende, en cuál es la posición resultante, que a su vez tiene consecuencias para cómo se interviene.
Lacan aquí nos indica un trabajo de lectura a partir de lo que hace el significante amo. Es decir, de la posición en la que está en el discurso. Y en el discurso del analista el S1 es lo que se produce, lo que puede caer y permitir que haya un efecto de modo que la posición del saber se aloje en el lugar de la verdad. Saber, que como constantemente ha señalado Lacan en su cuestionamiento de él, del saber, sitúa como goce del Otro (7). El saber tomado en su límite, tomado a partir de la repetición, que no es un efecto de memoria: “la repetición tiene cierta relación con lo que, de ese saber, está en el límite y se llama goce” (8).
Como dice Lacan, “nosotros, seres débiles, tal y como nos hallaremos en los momentos decisivos en el curso de este año, tenemos necesidad de sentido” (9).
Señalo esto porque hay la indicación para la cura de que no se trata de comprender, más bien de trabajo de lectura, pero de una lectura justamente de lo que no está para ser leído si no es en tanto imposible. Es lo que creo puede ser orientación para una cura orientada por lo real, es decir, en términos del seminario, lo imposible. Esto tiene consecuencias en la orientación respecto del síntoma, que aquí se toma a partir de la imposibilidad en la repetición o, en otros términos, de la necesidad, tomada como necesidad lógica, en tanto aquello del síntoma que tiene la dimensión de no poderse evitar, es decir, de lo que no puede no suceder.
Con la lectura del significante como forma de goce, el texto de las sesiones toma otro cariz. Por ejemplo, y a un nivel totalmente básico, considerar el síntoma como algo a eliminar no es lo mismo que considerar que es algo que se construye, que se va contorneando a partir de ir localizando lo que no puede evitarse.
Porque si tenemos necesidad de sentido obturaremos la posibilidad de que pueda contornearse de tal modo que el discurso obtenga el producto del S1 que ha dominado la orientación vital de goce de aquél a quien uno recibe. Para poder ocupar el lugar de agente como a minúscula, es decir para producir ese efecto de caída, quien recibe a quien habla de su sufrimiento, deberá haber podido desembarazarse lo suficiente de su querer-ser, o como dice Lacan, no andar a la greña con el ser (10), con esa forma de consistencia a la que aspiramos. Hay una gran diferencia entre la aspiración a el Uno-todo unificante -que como señala Lacan (11), no es lo que está en juego en la identificación-, de lo que es la identificación mayor, el rasgo unario, que es el ser marcado como uno.
Impasse y enseñanza
Cuando en la cita que he elegido Lacan plantea la posibilidad de que la vergüenza tal vez sea el agujero de donde brota el significante amo hace una indicación precisa. La vergüenza como efecto de afecto y que indica, como signo, algo que -si no se rebaja a ser atendido por alguien, por alguien que “es”, que está implicado como “ser alguien”- puede aparecer como significante amo, revelar el goce apresado en él y permitir que no siga dominando el discurso quedando así liberada su necesidad de no poder no estar al mando.
La operación analítica pasa por la puesta al sujeto al trabajo en un ejercicio de palabra insensata por pedir que sea toda, algo que hace posible la emergencia de lo no-todo, de lo imposible de decir, de la demostración de esa imposibilidad de decirlo todo. Junto a ello, la posibilidad de la emergencia del goce en juego, goce imposible de inscribir y que, con la caída del significante amo, permite que pueda hacerse de otro modo con él.
Una manera añadida de poder señalar un impasse y una enseñanza sería algo que recorre todo el seminario y la enseñanza de Lacan. Un impasse llama a trabajar la manera cómo se concibe algo. El impasse freudiano del padre produce su límite: la amenaza de castración, el penissneid. Lacan hace de ello, justamente, la palanca de un cambio. De ser un tope se convierte en un tope lógico. No lo convierte en un saber de la verdad sino en un saber en su lugar, el de la verdad, no-toda. Pone al trabajo ese impasse.
Al contrario de Freud, que construye el mito del padre de la horda como “la” verdad, Lacan nos enseña un modo diferente de tomar el obstáculo. Es “una” verdad. Hace de ello concepto, riguroso. Lo toma en serio. Busca cómo poder leer, no ya el límite, sino tomar ese límite, no como punto de final, tope ante el que se choca, ante el que se desiste, sino como algo a considerar existente y no carente de lógica por mucho que sea justamente aquello que no puede ser como tal nada más que concebido en su límite.
Para finalizar, y como consecuencia de esta íntima imbricación entre impasse y enseñanza, se puede deducir que quien quiera poder ocupar ese lugar por el que puede producirse efectos analíticos, no sólo no debe aspirar a un ser el analista o algo parecido. También debe, como un deber de estructura, tener una posición analizante. Me explico: inicialmente hay el analizante en un análisis. Si hay el paso a analista, a funcionar ocasionalmente como tal, difícilmente podrá ser sin el trabajo analizante de la experiencia, ya no de su propio análisis, sino de su relación con el psicoanálisis, del trabajo de analizante y reinvención de los conceptos, de la reinvención del psicoanálisis y de su transmisión.
NOTAS:
(1) Jacques Lacan, Seminario 16, De Otro al otro, (1968 – 1969, Ed. Paidós, 2008.
(2) Jacques Lacan, Radiofonía, en Otros Escritos, Ed. Paidós, 1900.
(3) Jacques-Alain Miller, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Ed. Paidós, 2003, p. 238.
(4) Jacques Lacan, Seminario 16, De Otro al otro, (1968 – 1969, Ed. Paidós, 2008, p. 123.
(5) Jacques Lacan, Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, (1969 – 1970), Ed. Paidós, 1992, p. 13, 48-49, 53.
(6) Ibid., p. 203.
(7) Ibid., p. 12.
(8) Ibid., p. 13.
(9) Ibid., p. 14.
(10) Ibid., p. 201.
(11) Ibid., p. 166.